domingo, 25 de marzo de 2012

LAS CARTAS PERDIDAS DE LORD HIGHBOURNE

Por Alejandro Aragoncillo:


Londres, 10/02/1878

A la atención del Excelentísimo Don Porfirio Díaz, Presidente de México,
Desde la Royal Society de Londres le agradecemos en gran medida el apoyo que nos está brindando en nuestra futura empresa. Como le comentaba en mi anterior misiva hemos oído interesantes historias acerca de una ciudad perdida en la selva, y las pruebas que hemos logrado reunir apuntan a que buscamos un nuevo “El Dorado”. Sabemos que probablemente no se trate de nada más que leyendas pero tendrá que entender que buscar una ciudad perdida en mitad de la selva del Yucatán es una aventura a la que no podemos resistirnos.
       
También quería comentarle que no es necesario que nos acompañe el Señor Montalbán, pero entendemos que en caso de que realmente encontremos algo usted quiera que esté presente una persona de su entera confianza, así que aceptamos sus condiciones sobre este particular.
En otro orden de cosas, será un placer para nosotros colaborar con su causa y hemos contactado con el Foreign Office a fin de que las peticiones de las que nos hablaba en su última carta sean atendidas con la debida diligencia.
Atentamente
Sir William Highbourne

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Península del Yucatán, 21/05/1878

Querida Melinda,
No sabes lo que te hecho de menos y lo duro que es este viaje. A pesar de que todos los componentes de la expedición somos hombres de mundo, las condiciones son realmente penosas y tengo que reconocer que ya no soy un jovenzuelo. Si no fuera por el buen Winters, que me cuida como lo haría una madre,  hace tiempo que hubiera tenido que tirar la toalla.

Sin embargo debemos ser optimistas ya que cada día nos hayamos más cerca de nuestro destino y las señales de civilización aparecen por doquier, lo que nos anima en gran medida. Ayer encontramos una magnífica representación en piedra del mismo  Itzamnaaj y por el escaso desgaste de la piedra puedo pensar que no tiene más de 100 años. Todo apunta a que nuestras suposiciones eran correctas!
El Señor Ricardo Montalbán ha resultado ser un duro terrateniente local, acostumbrado a maltratar a la gente bajo su mando y a aprovecharse de los demás… tendré que vigilarle de cerca, pues aunque parece un patán veo la inteligencia detrás de esos ojos de lobo. No me cabe duda que si pudiera nos la jugaría. 
Sabes que te quiero.
Sir William Highbourne

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Península del Yucatán, 02/06/1878

Querida Melinda,
Después de más de un mes de este atroz viaje por al selva hemos llegado a nuestro destino. No te lo podrás creer pero la hemos encontrado! La ciudad perdida de Perachimba, donde cuentan las leyendas que sabios y filósofos de su tiempo se refugiaron de los españoles. Los nativos nos han recibido cálidamente, vestidos con sus mejores galas (y cubiertos con más oro que la reina) nos han agasajado con festejos durante dos días completos. Estoy seguro que el profesor Timber daría su mano derecha por estar aquí y ver con sus propios ojos las costumbres y la artesanía de estas gentes. Se trata de una sociedad culta, alejada de la violencia, con un folclore muy rico y muy puro, ya que su lejanía los ha mantenido completamente al margen del exterior.

Inevitablemente hemos preguntado a los indígenas de dónde sacaban tanto oro para sus adornos, y nos han mostrado una mina de fabulosa riqueza, allí mismo, dentro (debajo) de la ciudad! Es tan abundante que sólo es necesario agacharse para recoger el preciado metal. Cuando estábamos allí he visto la codicia en los ojos de Montalbán pero se que aquí no se atreverá a hacer nada pues los hombres de la expedición son  de entera confianza y completamente leales a mí.
Siempre tuyo
Sir William Highbourne

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Ciudad de México, 15/11/1878

Estimado Sr. Phileas Fog
No puedes imaginar la decepción que he sufrido con el Sr. Montalbán… ha llegado a amenazarme! A mí! Si estuviéramos en Inglaterra puedo asegurarte que no pararía hasta verlo recluido en la Torre de Londres. El muy canalla me propuso que no le contáramos nada de lo que habíamos visto al presidente! Dijo que allí había suficiente oro como para hacernos a los dos  fabulosamente ricos, reyes de nuestro propio país, y que esos indígenas ignorantes no eran más que un estorbo, que nos los podríamos quitar de encima fácilmente y quedárnoslo todo nosotros. No creo poder expresar con palabras lo indignado que estoy en estos momentos. 
Mañana nos reunimos con el presidente y por mi honor que no pienso ceder al chantaje de ese malvado, sin embargo temo que la posición del Sr. Montalbán es demasiado fuerte en el país y que delatarle como la serpiente que es sólo haría que nuestra palabra quedara en entredicho.   
Atentamente,
Sir William Highbourne


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Ciudad de México, 01/12/1878

Estimado amigo,
Lamentablemente no he podido tomar el barco que debía devolverme a Inglaterra ya que me encuentro realmente enfermo. De forma repentina he sido atacado por unas fiebres que me tienen postrado en la cama, y los médicos me han prohibido terminantemente iniciar un viaje tan largo.
No puedo evitar ver la mano del pérfido Montalbán detrás de todo esto, y por primera vez temo por mi vida. No me gustaría morir así, en un país extranjero, lejos de mi familia, enfermo… sin embargo temo lo peor y noto como las fuerzas me abandonan día tras día.
A pesar de su reticencia a abandonarme, voy a ordenar a mi fiel Winters que tome algunos de los objetos más valiosos que tenemos: algunas muestras de la artesanía indígena y cierta correspondencia junto con notas personales dirigidas a mi familia, y que intente llegar a Inglaterra a toda costa.
Amigo, por todo lo que nos une, te ruego que cuides de mi mujer y mi hijo.
Atentamente,
Sir William Highbourne     



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